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      Reseña de la película "Basquiat", dirigida por Julian Schnabel

      Vladimir · Monday, 18 January, 2021 - 03:00 · 4 minutes

    En una reseña pasada les hablé del documental "Jean Michel Basquiat. El niño radiante", del año 2010. En el mismo documental se menciona la película basada en el artista, dirigida por Julian Schnabel, amigo de Jean Michel. Al igual que el documental se limita al tiempo de su vida como artista, dando pequeñas pinceladas (valga la analogía) del resto de su vida en el desarrollo del argumento.

    Jean Michel Basquiat es excelentemente interpretado por Jeffrey Wright. Junto con él aparecen actores reconocidos, entre ellos Benicio del Toro como su amigo Benny Dalmau, Claire Forlani (famosa por "¿Conoces a Joe Black?") como su novia Gina, Gary Oldman, Dennis Hooper, David Bowie y en papeles apenas percibibles Christopher Walken y Willem Dafoe. Una muy buena selección de personajes para contar una historia complicada y con muchas vertientes.

    El interés narrativo del director logra integrar los problemas, algunas de las ideas que rondaban por la cabeza de Basquiat, y mucho de su ambiente. Sería exagerado pedir precisión histórica cuando lo importante es que el argumento lleve al público a las ideas que el equipo de la película quiere transmitir. El conflicto racial lo distinguimos en comentarios y situaciones que llevan la historia a su desenlace. Por ejemplo una entrevista agresiva de un reportero, muy bien personificado por Christopher Walken, que enlaza varios de los comentarios agresivos hacia el artista.

    A pesar del tiempo limitado, de la necesidad de desarrollar los personajes de acuerdo a la historia, se logra muy bien tener una idea de la vida de Basquiat. El énfasis en la entrevista deja ver que gran parte de la atención hacia el joven artista es en gran medida amarillista, preguntan más por su origen racial, la historia familiar que interesarse por su obra. Cuando el reportero trata de llevar la entrevista a un lugar más calmado muestra su completa ignorancia y desinterés en la obra. Tras ello, con la mirada de cazador de Walken, el personaje que interpreta regresa a tratar de arrancar un pedazo de carne a Basquiat.

    La película, al contarnos más de su vida privada, de los problemas que tuvo al entrar al mundo del arte ¿no cae en el mismo amarillismo que Basquiat tanto aborrecía? A mi parecer esto no sucede de ninguna manera. Incluso de mi reseña pasada yo como espectador exigente (que hoy en día no es nada extraño) podría pedir el énfasis faltante en la política detrás de su obra, en su reivindicación de la historia afro y su posición entre arte comercial, público y callejero. De agregarse esto, entonces la película sería amarillista.

    Esta es la historia que un amigo cuenta sobre un amigo, más allá de querer componer un cantar épico que erija la estatua de Basquiat. A pesar de ser una película muy directa y que no pide del público un amplio bagaje sobre el artista, el centro de la narrativa es una metáfora de la soledad en la vida moderna. Para este punto una película de los noventas se adelantaba a su época.

    El Nueva York plasmado no es el de las grandes multitudes, la gran ciudad del país del norte que en la época de Basquiat era una explosión de artistas y vida social. Quizá en una sola escena vemos a Jean Michel y Gina en una reunión, sólo para salir huyendo a la intimidad de su alcoba. Aún en la cama se ve una distancia entre ellos, no sólo para mostrar en pocas escenas sus problemas de pareja, si no para perfilar la soledad que machacaba a Basquiat.

    El artista cuenta a su amigo Benny la historia de un príncipe que es encerrado en una torre, una clara alusión a la soledad que sentía y como la expresaba en sus pinturas.

    Esta parte es complicada, sin lugar a dudas estamos acostumbrados que en el imaginario cinematográfico el artista es alguien que sufre. La imagen la tira un poco Albert Milo (Gary Oldman) cuando Basquiat le pregunta si no se cansa de pintar. A ello Milo responde que pintar es lo único que le da felicidad.

    Quizá Basquiat más que cansarse de pintar, se cansó de luchar tanto por su lugar. En contra de la visión de la crítica y la prensa, en contra del mercado, incluso en contra de su idea de éxito que provocó un distanciamiento de sus amigos.

    En sus paseos en bici vemos un poco su alegría, que disfruta sólo. En las escenas finales pasea por un Nueva York desierto en piyama y pantuflas. A pesar de atraer los ojos de tantas personas, de que sus amigos regresan sin recriminarle que los dejó de lado, ya no soporta el aislamiento en una de las ciudades más pobladas del mundo, en uno de los medios artísticos que más dividendos deja. El aislamiento que experimenta más que responder a las personas es debido a lo aislada que se ha dejado su voz.

    Quizá debí ver primero la película y después el documental. El documental me parece más explícito de lo que sufrió Basquiat, pero sin dejar de lado su trabajo e incluso lo que disfrutaba de él. La película es una buena obra artística que puede hablarnos más de nuestro aislamiento contemporáneo, es más fácil reflejarnos nosotros, que ver a un Basquiat de cuerpo completo.

    Como entrada, como antesala para el documental, me parece un excelente gancho. Encontrar a Basquiat buscándonos a nosotros mismos. Sin lugar a dudas la película puede llevar a un público más amplio la historia, el documental puede darnos los detalles. Ambas cintas valen mucho la pena.